sábado, 1 de agosto de 2009

Amigas, amigos...

Una niña estaba preocupada. Se daba cuenta que sus amigas cambiaban, un día una era su amiga, al día siguiente no lo era... algunas siempre estaban ahí otras no.

La anciana de la tienda de víveres aquella señora que todas las mañanas abría su tienda con una gran sonrisa y era la última que cerraba al atardecer, la que siempre tenía unas palabras para los que entraban pensado necesitar "100gr, de azúcar por favor" esa misma señora se dió cuenta de que algo pasaba a la niña sonriente. Estaba muy seria.

Le preguntó y la niña le explicó su preocupación. La anciana con una ancha sonrisa le contestó cantando la siguiente canción:
Hay...
Amigos que vienen,
Amigos que van
Amigos que quedan
Amigos que vuelven
Amigos de siempre
Amigos de un tiempo
Amigos que pasan
Pero siempre tendrán un lugar en tu corazón. No importa el "tiempo". Es acaso más importante un año entero que el minuto de una gran alegría o el segundo de un profundo beso?

-Pero por qué se van? Por qué algunos no están siempre?

La anciana respondió:

-Te voy a contar una historia. Sucedió hace mucho tiempo en algún lugar cuyo nombre no importa.
Había un hombre obsesionado por el tiempo. Su gran afán era controlarlo todo. Quería controlar con gran exactitud hasta el último minuto. Inventó muchas máquinas, leyó muchos libros aún faltaba algo. Un día hizo un trato. Dios le daría por un año el poder de controlar el tiempo que cada persona pasaba con las demás, a cambio de esto Dios le pidió un minuto de su tiempo.
El hombre encantado dijo que si.
Pensando lo fácil que sería, comenzó a hacer que todos los hombres y mujeres se relacionaran todos el mismo tiempo, sin posibilidad de cambios.
Apenas hizo esto comenzó a ver que la tristeza se apoderó del mundo, no entendía por que pero nadie evolucionaba, todo comenzó a quedar estático. Era como una gran sombra gris que dominaba todo, la gente perdía el movimiento, curiosamente, uno a uno fueron quedando como petrificados, a medida que caía uno el que estaba más cerca caía también.
No aguantó ni un día. El hombre fue corriendo donde Dios para ver qúe pasaba. Dios sonriendo le contestó:
-No diré nada. Tomaré el minuto sobre el que hemos hecho el trato y entenderás.
Dios quitó el control del tiempo que había puesto el hombre y le pidió que se sentara en una silla solo a observar por medio de sus ojos
El hombre estaba sorprendido. Todo comenzó a tener movimiento. Un hombre saludaba a otro le tendía la mano para ayudarle a levantar, un hombre sonreía a una mujer, un niño travieso empujaba a su hermanita.... en menos de 10 segundos todo estaba como antes.
-Qué ha pasado? -preguntó el hombre.
-Dios le contestó: Todos somos intención, somos una sola cosa, en el momento que reconocemos el lugar y la misión que tenemos cada uno en el otro permitimos que todos a la vez podamos evolucionar. Necesitamos unos de otros para evolucionar, porque al final todos somos una sóla cosa.

Cuando terminó de contar la historia, la anciana pregúnto a la niña que le había parecido.

La niña respondió con su inocencia y sabíduria:

- Gracias Abuela. Ahora entiendo. Si obligo a mis amigas a estar a mi lado solo lograré que todas estemos tristes y no puedan jugar. En cambio si les dejo correr conocerán a más amiguitas, aprenderán nuevos juegos y al final todas seremos más felices y seguramente yo también tendré más amigas después de todo!

Barcelona, 1 de Agosto de 2009
María de Lourdes Eguren.