domingo, 19 de diciembre de 2010

Las cintas de la cueva

Aquel día tocaba una Lección interesante. El Maestro iba a hablarnos de impecabilidad.
- Vaya palabra! - pensé. Muchas ideas se me vinieron a la mente en ese momento. ¿Sería alguna de aquellas lo que yo esperaba oir? Mi expectativa iba en aumento.
El Maestro nos hizo sentar en círculo, y como ya era costumbre comenzó a contarnos una historia:


"En una tribu lejana, existía una costumbre ancestral que había pasado de generación en generación.

Cuando un miembro de la tribu decidía convertirse en "Sabio", no existía ningún requisito: ni edad, ni sexo, ni altura, ni inteligencia... la única condición es que debían pasar una prueba. Si pasaban la prueba comenzarían a ser parte del grupo de "Sabios" de la tribu. Por el contrario si no pasaban la prueba deberían mantener en silencio aquello que habían observado y no podrían volver a intentarlo nunca más.

El comité de "Sabios" se reunió y recibió a los aspirantes. Uno por uno deberían entrar a la cueva de los ancestros. La prueba no tenía instrucciones, simplemente tenían que pasarla. Entrarían a la cueva con los ojos vendados y cuando escucharan la voz de su acompañante se quitarían la venda y la prueba comenzaría.

El primero de ellos entró y se quitó la venda. Al abrir los ojos se encontró con una infinidad de cintas de colores, en movimiento, sigilantes que danzaban a su alrededor. Al mirar con más detalle observó que cada una de ellas tenía una frase escrita. Se acercó a una de ellas y leyó:

- ¿Quieres ser un Sabio?
- Sí! - Respondió .Automáticamente apareció la siguiente pregunta:
- ¿Para qué quieres serlo? - El aspirante dudó y comenzó a hacerse preguntas: ¿Y si le digo la Verdad y no les gusta? Mejor doy una excusa..., ¿Y si....?

De repente y a medida que dudaba más, nuevas preguntas iban apareciendo. Las cintas ya no eran suaves y vaporosas, se convertían en pequeños látigos que le iban sacando lentamente de la cueva al no obtener respuestas.
Sin darse cuenta el aspirante se encontró fuera de la cueva, los "Sabios" le recibieron con una palmada, le vendaron las heridas y le pidieron que se fuera y cumpliera con su promesa de silencio.

Y así uno a uno fueron pasando los participantes cada uno con sus preguntas: ¿Y si no hago lo que me pide mi padre? ¿ Y si cuento la verdad a mi mujer? ¿Y si le explico que no me gusta mi trabajo?.. cada uno se iba encontrando con sus preguntas y no respondía adecuadamente pues las cintas se convertían en látigos y les empujaban fuera de la cueva.

Finalmente llegó el último participante. No era especial. No tenía dotes sobresalientes. No era un gran orador ni conocía muchos lugares. Era un ser humano sencillo.

Entró en la cueva. Apenas se quitó la venda y vió las cintas, a diferencia de sus predecesores se sentó a esperar. Pasaron los minutos, pasaron quizás horas y finalmente la primera cinta lentamente se acercó y mostró la pregunta.

Tras leerla el aspirante contestó:

- No quiero responderla.

La cinta le hizo una reverencia pasó por su lado y salió de la cueva.

La siguiente se le acercó y mostró su mensaje obteniendo la misma respuesta y por tanto se marchó. Y asi fueron pasando una a una hasta que quedó la cinta más grande, la más hermosa, cambiaba de color y su perfume inundaba todo alrededor. Su pregunta era la siguiente:

-¿Si te ofreciera ser el más grande de los seres, por encima de todo lo que existe a cambio solamente de que me dejes hacerte un pequeño rasguño lo aceptarías?- El aspirante sonriendo le contestó:

- Si hiciera eso iría en contra de mi actitud hasta el momento y volverían inmediatamente todas las cintas sacándome de la cueva. Si hago aquello que no quiero hacer dejo de ser Yo mismo y por tanto dejo de estar en coherencia con el resto de los seres. Si dejo que me rasguñes dejaría de ser lo que ya soy, un gran ser, igual al resto pero igual de grande que todo lo que existe en el Universo.

La cinta le hizo una gran reverencia. En ese momento entraron el resto de la cintas y fundiendóse entre ellas tejieron una grán túnica de colores increibles. Todas al únisono le dijeron:

- A partir de ahora te llamarás "Sabio" nuestro gran regalo es esta túnica que te permitirá dejar pasar todo aquello que no sea coherente contigo y nada te tocará. No tendrás ni un rasguño hasta el último de tus días y SERAS de acuerdo con lo que has dicho.

En medio de una hermosa canción el antiguo aspirante salió convertido en "Sabio". Sus compañeros le recibieron y el pueblo celebró su triunfo como suyo"

Luego de oir la historia me quedé meditando. ¿Realmente vale la pena dejar que los látigos hieran tu cuerpo? ¿Realmente vale la pena dar espacio a personas, gentes y circunstancias en contra de lo que realmente quieres? Sinceramente creo que no. Así que feliz viaje. Doy permiso a todas las cintas que salgan de la cueva sin siquiera tocarme. Yo escojo ser YO y vivir cada uno de mis días simplemente SIENDO.


Barcelona, 19 de diciembre de 2010.

María de Lourdes Eguren Martí