Corriendo eran capaces de adelantar a aquella rápida culebra de hierro que los humanos llamaban tren y aquellos feos trastos de cuatro patas redondas.
Eran conocidas sus largas carreras, las competencias en la llanura, su imbatible record que hacía que ningún otro animal corriera más que ellos. Jamás paraban de correr hasta no haber logrado su objetivo y su concentración en la carrera era absoluta.
Sin embargo los dos amigos tenían un reto que no habían podido superar. Habían apostado que aquel que pudiera ganarle la carrera a la luz del sol al amanecer sería el corredor más rápido de todos los tiempos! Cada día los amigos prácticaban y practicaban, mirando fíjamente al suelo esperando al primer rayo de luz antes de comenzar a correr.
Pero todo era en vano, ninguno de ellos lograba ganar al sol. Día tras día los amigos seguían intentándolo con el mismo resultado. Correr, correr y correr hasta caer desfallecidos al suelo hasta la mañana siguiente... y así pasaban los días.
Un día uno de los amigos, en plena carrera pensó en algo que nunca había pasado por su cabeza.. ¿y si paro de correr? ¿qué pasará? Por primera vez detuvo su carrera sin haberla concluido. La planicie se estremeció... no era posible! Todos saben que jamás se debe parar en la carrera!
Por primera vez en su vida, al dejar de mirar el camino donde debía colocar su siguiente paso levantó la vista y admiró el paisaje! Que hermosura! Que increíble espectáculo ver la luz del sol llenar el espacio de la llanura poco a poco, en silencio y en todos sitios a la vez.
Sin embargo los dos amigos tenían un reto que no habían podido superar. Habían apostado que aquel que pudiera ganarle la carrera a la luz del sol al amanecer sería el corredor más rápido de todos los tiempos! Cada día los amigos prácticaban y practicaban, mirando fíjamente al suelo esperando al primer rayo de luz antes de comenzar a correr.
Pero todo era en vano, ninguno de ellos lograba ganar al sol. Día tras día los amigos seguían intentándolo con el mismo resultado. Correr, correr y correr hasta caer desfallecidos al suelo hasta la mañana siguiente... y así pasaban los días.
Un día uno de los amigos, en plena carrera pensó en algo que nunca había pasado por su cabeza.. ¿y si paro de correr? ¿qué pasará? Por primera vez detuvo su carrera sin haberla concluido. La planicie se estremeció... no era posible! Todos saben que jamás se debe parar en la carrera!
Por primera vez en su vida, al dejar de mirar el camino donde debía colocar su siguiente paso levantó la vista y admiró el paisaje! Que hermosura! Que increíble espectáculo ver la luz del sol llenar el espacio de la llanura poco a poco, en silencio y en todos sitios a la vez.
La planicie nuevamente se estremeció al escuchar su potente voz que dijo:
"Hay carreras que no tiene sentido ganar. Para vivir y admirar la vida, hay que parar y dejar de correr"
"Hay carreras que no tiene sentido ganar. Para vivir y admirar la vida, hay que parar y dejar de correr"
Y a partir de ese momento el antílope decidió qué carreras correr y se permitió parar cuando lo consideró necesario.
Dedicado a todos aquellos que corren, corren y corren... y por tanto correr se pierden la vida.
María de Lourdes Eguren.
Barcelona, 20 de marzo de 2012