lunes, 12 de junio de 2017

Camino

Corría asustado por un sendero estrecho, húmedo y resbaladizo... A su izquierda una pared de piedras puntiagudas que se cerraba sobre su cabeza. A su derecha un río embravecido, con olas tan altas que llegaban a la cornisa y lograban empaparla de agua.

Y seguía corriendo, asustado.... incapaz de mirar atrás y de dejar de correr a la vez. A medida que corría, el sendero se hacía cada vez más estrecho, y los latidos de su corazón se aceleraban..., pero no podía dejar de correr, seguía y seguía corriendo, sin pausa y sin tiempo hasta que en un recodo  su pie derecho quedó en el aire, el camino se había vuelto tan estrecho que ya solo cabía un pie.

Logró agarrarse de la pared de piedra, con la mano izquierda aferrándose de cualquier forma a una piedra puntiaguda que le rasgaba la piel a medida que se sostenía.

El pánico se apoderó de él,  sin saber que hacer ya no había camino por delante, tampoco podía dar vuelta atrás.... en medio de la desesperación, pensando que había llegado su final, respiró profundamente.

Y volvió a respirar, un soplo tras otro lentamente, sin prisas... poco a poco escuchó el río, las gotas de agua ya no sonaban como una amenaza sino como una fuente de vida, las piedras ya no eran sus enemigas sino amables soportes en su camino,  y siguió respirando, y dejó que el aire purificara su espíritu. Y así poco a poco, fue observando en su interior, y recordó que le había hecho entrar allí.

Hay quienes le llamaban Miedo, otros le llamaban Ira, Egoísmo otro de sus nombres, pero su apodo más conocido Muerte,  esa que se impregna cuando escuchas al que ha abandonado la Luz, esa que huele y vuelve putrefacta lo antes blanco...

Y recordando siguió, y respiró.. cada vez sus pulmones se llenaban de ese aire limpio, su rostro se lavaba con esa agua clara, su corazón comenzó a vibrar al ritmo del río y en ese momento levantando la vista observó el camino.

Un camino ancho, rodeado de flores silvestres, que se hallaba a pocos centímetros de sus pies.... con alegría, dió un salto, se descalzó y sus pies desnudos comenzaron ese día a vivir.

Barcelona 12 de junio de 2017
María de Lourdes Eguren