miércoles, 22 de enero de 2014

El recodo del río

Un alumno muy preocupado preguntó a su Maestro sobre la adversidad, y este le contó la siguiente historia:

Erase una vez un experimentado montañero, que disfrutaba de sus largos paseos y excursiones por la montaña. Lo que más le gustaba era seguir el curso del río, ese río azul brillante, lleno de rocas y rápidos, rodeado de pinos muy verdes y muy altos.

A medida que pasaba el tiempo iba conociendo los detalles del río, las curvas, la roca del indio que aparecía cuando la sequía era fuerte, el banco que se llenaba de peces en primavera.. En el pueblo se corría la voz que era la persona que mejor lo conocía y el se sentía muy orgulloso de ello.

Un día de cielo azul decidió dar un largo paseo, el sol brillaba, los pajaritos cantaban en el bosque y el río se veía especialmente calmado y sereno ese día. Seguro y feliz comenzó a corretear en la orilla, sin fijarse que la piedra del recodo había cambiado de lugar. Súbitamente su pie resbaló, el sol brilló sobre sus ojos y en un segundo el agua helada  le hizo ver que había caído al río. En cuestión de segundos todo cambió, el paseo placentero se convirtió en un infierno, los rápidos le ahogaban y los remolinos querían empujarle al abismo.

De repente una rama milagrosa apareció de entre las piedras y se aferró a ella con todas sus fuerzas. El agua profunda y fría le obligaba a moverse continuamente,  sus manos cada vez estaban entumecidas pero decidió seguir agarrado a la rama, en ello le iba la vida.

Los segundos se hicieron minutos, su piel comenzaba a  ser violeta: "Tengo que mantenerme aquí, si me suelto muero". Y así continuó un buen rato, su respiración empeoraba por minutos, ya no sentía los brazos, las piernas no respondían.

Ya no podía aguantar más, miró al cielo, vio aquel sol resplandeciente y tomo la decisión de dejarse ir. Respiró profundamente y espero lo peor....Cuando para su mayor sorpresa, medio metro más allá sus pies tocaron fondo. Había estado horas luchando con la muerte cuando a pocos centímetros estaba su salvación.

Salió andando del río por su propio pie. Desde aquel día, a ese recodo del río le llaman "Déjate ir"

María de Lourdes Eguren
Barcelona, 22 de enero de 2013

Dedicado a mi prima y amiga.




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