viernes, 29 de febrero de 2008

El Rey que no era feliz

Erase una vez un hombre que llegó a ser el hombre más poderoso de su pueblo, era venerado, amado, rico y justo, su pueblo lo estimaba y era considerado el modelo a imitar por el resto de los soberanos de la tierra.
Sin embargo había una cosa que empañaba su éxito y le privaba de ser feliz. Consultó a sabios, magos y sacerdotes, más nadie logró darle una solución.
Una noche mientras miraba las estrellas pidió al universo una respuesta, y este le respondió con la siguiente propuesta:
-“Voy a darte una facultad que es un don o una desgracia, y esto sólo dependerá de ti. Te daré la capacidad de cambiar tu apariencia cada vez que alguien te mire, y adoptarás la imagen que esta persona haga de ti. Si aceptas tendrás la oportunidad de hallar tu respuesta, de lo contrario seguirás como hasta ahora.”
El Rey cansado de tanto esperar aceptó el trato y se fue a dormir.
A la mañana siguiente a la primera persona que vio fue a su joven sirvienta que venía a traerle el desayuno:
-“¡Auxilo!-Gritaba-“Un hombre ha entrado en la alcoba del Rey, llamad a la Guardia, no sea que quiera hacernos daño”.
El Rey corrió tras ella para intentar aclarar la situación, más sólo logró complicarla, pues inmediatamente apareció una escuadra de soldados:
-“Hay un asesino suelto. Atrapádle!”
-“¡Se ha colado un intruso en palacio. Hay que acabar con él!”.
El Rey huyó despavorido a la soledad del bosque intentando pensar en lo que debía hacer, pero mientras más pensaba en lo sucedido, al encontrarse de nuevo con la gente del pueblo peores se hacían las reacciones, así que decidió esconderse y no salir más.
Y así pasaron los años y en el pueblo se corrió la voz de la historia del malvado demonio que habitaba en el bosque y que había acabado con su gran soberano…
Un buen día el Rey se encontró con un niño que se bañaba en el río y lo miró con bondad, pero al recordar su situación se escondió rápidamente tras un árbol para que el niño no lo viera.
-“¡Madre, madre!-Gritó el niño-“He visto un ángel”. Y salió corriendo a contarle a su madre.
El Rey meditó y se dio cuenta que en la medida que miraba con bondad a la gente, esta veía algo mejor y diferente en él. Hasta el momento había mirado a los demás con temor y recelo, así que se decidió a probar suerte.
Bajó al pueblo y empezó a mirar y sentir la bondad de la gente, y Oh! Sorpresa! La gente empezó a acercarse, ahora veían a un hombre anciano, un amable caminante, un buen hombre…
Y el Rey entendió. Y dando gracias al universo decidió verse en El, en su gente, en su pueblo… un grito de júbilo le sacó de su meditación:
-¡Milagro!-Gritaba la gente-“El Rey ha vuelto”.
Y el Rey sintió. Y entendió. Y desde entonces no sólo el Rey fue feliz sino todo su pueblo.
María de Lourdes Eguren
Barcelona, 26/02/2008

1 comentario:

Dr. Jesús E. Martínez Marín dijo...

Gracias por esta historia tan preciosa... gracias por encontrarte e inspirarte, gracias por ser tu...

Te ama , tu esposo

Jesús ;-)