lunes, 28 de julio de 2008

"Guaraira Repano" - "Cerro Avila"

Hay lugares especiales, que llegan, llenan un momento de tu vida y deciden quedarse allí para siempre.





Son lugares que te transportan a otros tiempos, otros planos, refrescan tu alma y te hacen sentir conectado con la madre tierra, los animales y todos los seres humanos.









Son regalos de este Universo, diarios, sencillos y que no necesitas tenerlos físicamente cerca para poder evocar esa sensación, ese maravilloso anclaje que desde la primera vez que lo viste y lo sentiste se afianzó en ti.









Uno de esos maravillosos lugares, que han marcado mi vida actual, mi infancia, mi adolescencia, mi juventud y estoy segura que muchas otras cosas anteriores es el hermoso y majestuoso "Cerro El Avila" o como mejor denominaron los indios caribes antes de la llegada de los españoles "Guaraira Repano" o lugar de dantas.

Es una montaña mágica, que separa el valle de Caracas que está a 1000 metros de altura del Mar Caribe. Sus imponentes laderas, trochas y picos se alzan hasta una altura de 2675m sobre el nivel del mar y dominan toda la ciudad. Desde la vegetación árida al nivel del mar, pasando por la selva nublada hasta las alturas donde la vegetación es prácticamente de páramo... es un lugar hermoso, porque más allá de su imponente belleza natural recoge la vida de muchos venezolanos que desde tiempos inmemoriables han hecho su vida en las faldas de esta montaña.










A primera hora , la brisa de la mañana recorre Caracas, el suave verde se levanta sobre la ciudad

y las bandadas de loros y guacamayas salen de la montaña a pasear por la ciudad.

Al mediodía y en medio del tráfico de la ciudad, está siempre vigilante, como esperando que alces la mirada desesperada al cielo y allí está su presencia, segura, saludando.










Y los atardeceres.... es uno de los espectáculos más hermosos de ver. Los colores del sol van acariciando las laderas de la montaña, metiéndose suavemente entre las trochas para ir pasando de una en una hasta que la noche cubre toda la ciudad.

De noche, imagen perfecta para meditar, en la oscuridad se ve su silueta, rodeada de estrellas, se siente la vida de los moradores de antaño, su energía y tu energía al entrar en contacto con ella. Sientes la magia indígena que aún habita en ella, en los chamanes que han mantenido la tradición, las esperanzas del pueblo que se levanta cada día y el hecho de verla ahí es sinónimo de que otro día empieza...


Esa montaña me vió crecer, me insipiró en muchos momentos de mi vida, ayudándome a meditar en la ventana de mi casa hallé respuesta a preguntas, aprendí a escuchar el silencio, sentí lo que venía en mi país....


Y mi historia es una pequeña historia dentro de tantos millones de personas que han pasado por sus faldas. Es lo primero que vieron los marinos de Colón, los emigrantes europeos de la post-guerra y lo último que ve el marino cuando se marcha del puerto de la Guaira ó el emigrante que deja su tierra cuando el avión se remonta...

Gracias por este regalo.

Les dejo una canción sobre "El cerro el Avila" una montaña que cuando la ves, deja de convertirse en una montaña desconocida para pasar a ser de todo quien la ha visto. : http://www.youtube.com/watch?v=G9mWtION_kE


PD: Las fotos son desde mi barrio en Caracas y la que era la ventana de mi habitación.

Aprovecho para añadir el link que me ha enviado muy amablemente nuestro amigo "vaticano" en Panoramio, desde Venezuela y que no tiene desperdicio. Además de las bellas panorámicas de la ciudad de Caracas, tiene una gran cantidad de fotos representativas de Caracas y todo el país.
Panorámica: http://www.panoramio.com/photo/16148486
Más fotos: http://www.panoramio.com/user/71381

jueves, 10 de julio de 2008

Una historia de domingo


Erase una vez un niño, que salió al patio a jugar con su pelota de colores. Sus padres miraban desde la ventana pensando en lo maravilloso que era ver la vida crecer en él, la ligereza de sus movimientos, su clara risa, los ojos vivos y alegres. Este niño creció, y se convirtió en un hombre, sus padres seguían muy orgullosos de él por supuesto, ahora se había convertido en un gran hombre de sociedad. Sus pasos medidos, sus gestos calculados, una tenue sonrisa siempre en los labios como si hubieran puesto dos palillos en su cara y su mirada penetrante e inquisidora.

El hombre, visitaba religiosamente cada domingo a sus padres, ni muy pronto ni muy tarde, adecuado nada más. En uno de esos tantos domingos, paseando distraídamente acabó en el centro del patio de sus padres. Cuantos años! Le parecía tanto tiempo.... y de repente en un rincón, sucia y polvorienta su pelota de colores...

Primero la tocó, casi con miedo, como si de repente dos dientes fueran a salir de su interior... Luego empezó a percibir su forma, quitó el polvo de su superficie y aparecieron aquellos mágicos colores que tanto le gustaban. Casi sin darse cuenta se encontró dando botes a la pelota en medio del patio, y saltando, sonriendo, bailando con ella....

Un grito de asombro lo sacó de su éxtasis. Volvió la cara y al lado del gran espejo estaban sus padres con cara de disgusto acompañados de aquella insípida pero "conveniente" chica que pretendían acabara siendo parte de la familia.

Fueron segundos, miró al espejo y se vió a si mismo. Casi era magia! Pensó.- Estoy sonriendo, alegre y con una mirada que no tenía desde hace mucho tiempo!

Y al otro lado, todo aquello que presentaba su adecuada vida actual..., tres pares de ojos inquisidores como su mirada unos segundos antes, examinando y desaprobando su evidente felicidad.

Tomó la pelota, la acarició con sus manos. Dejó aquella ridícula y apropiada chaqueta de domingo de un lado de la puerta, abrió los botones de su camisa y dejó que el aire entrara por ella, y sonriendo al mundo salió por la puerta trasera del patio para no regresar jamás.
María de Lourdes Eguren